¡BUENAS, PERSONA PRODIGIOSA! (ESTA DE ABAJO SOY YO🔻)
Cuando
aparecieron las nuevas tecnologías en nuestras vidas, era más que evidente que
lo habían hecho para quedarse… A día de hoy nos resultaría completamente
imposible concebir nuestro día a día sin ellas. Vamos, que, en nuestra lista de
favoritos e imprescindibles, las nuevas tecnologías ocupan uno de los primeros
puestos, por no escribir directamente el primero.
«Madre mía, sin Internet ni
teléfonos móviles, ¿qué hacías si estabas solo y necesitabas cualquier cosa?».
He aquí una de las preguntas que yo misma le realicé a mi padre hace unas
semanas cuando me recordó una anécdota de sus primeros días de trabajo (el
pobre se perdió por la carretera). Venga, confiésame algo, ¿tú también te has
formulado esta misma pregunta alguna vez en la vida? ¿Alguna vez te has echado
las manos a la cabeza al ver que sales de casa con solo (repito, solo) un cincuenta
y tres por ciento de la batería del móvil u ordenador? En esa situación, ¿has
creído que se te va a apagar y que, por tanto, no vas a poder sobrevivir sola a
la intemperie?
Ahora bien, lo cierto es que, si echo la mirada un poco atrás
(que todavía una no es tan vieja), recuerdo que, cuando yo nací, tampoco había
teléfonos móviles en casa ni acceso a Internet y, ¡eh!, en absoluto era tan
catastrófico como mi mente se lo imagina a veces, de verdad. Sin embargo, los
tiempos han cambiado. Por ejemplo, la semana pasada comí con mis primos y su
hijo lo hizo con el teléfono pegado a la cara mientras veía en YouTube Kids
un capítulo de sus dibujos animados favoritos (La Patrulla Canina). No había
niño en la mesa; no se pudo portar mejor.
En cambio, yo, cuando era pequeña,
algún vídeo casero hay por los cajones que demuestran que mis padres se las tenían
que ver y desear para que comiera tranquila: técnicas ancestrales, pero la mar
de efectivas, como el famoso avioncito, el «este va por la yaya Carmen» o los «teatrillos»
que, desde la puerta de la cocina, me hacía mi madre con mis juguetes. Ahora
que lo pienso… ¿Vendrá de ahí mi admiración por el género teatral? Bueno, eso es
otra historia que mejor dejo para una próxima entrada…
Vuelvo a centrarme en la
presencia de las nuevas tecnologías en mi vida: ¿acaso es mejor el método que
utilizan mis primos para darle de comer a sus hijos que el que utilizaban mis
padres conmigo? Pues, mira, en mi opinión, no; solo es distinto.
Ahora dicen
que está terminantemente prohibido el empleo de los móviles en los colegios.
Perdona, es que, cuando yo iba al colegio era impensable que tuviera un móvil…
Mi primer móvil (nunca me olvidaré de él, un Nokia al que le brillaban las teclas;
¿cómo te quedas?) vino con mi primera comunión, pero en herencia de mi padre
que, al comprarse uno nuevo, me lo dio. ¡Buah! ¡Qué fuerte! ¡Muy fuerte! ¡Que
he encontrado una foto del móvil!
Vale que, con este móvil, poco más, aparte de mandar SMS
y llamar, podía hacer. «¿Para qué te lo ibas a llevar a clase?», te puedes
estar preguntando… No obstante, una vez que los Nokia fueron evolucionando y
llegué a tener mi primer móvil táctil (chsss, nuevo y todo), tampoco sentí la
necesidad de llevarlo a todas horas conmigo.
Y, ¿por qué cuento toda esta
historia? ¿A qué se debe esta especie de introducción? Pues bien, a que es una
clara demostración de mi relación con las nuevas tecnologías. En un principio,
no es que fuera una de esas personas reacias que no aceptaban su cada vez mayor presencia
en el mundo, sino que simplemente no las consideraba esenciales en mi vida, no
las necesitaba.
Conforme fueron transcurriendo los años, intenté presentarme a
ellas, entenderlas e hice todo lo posible por que nos lleváramos bien, pero he
de confesar que todavía a día de hoy continúo pensando que no se acaba el mundo
sin ellas. ¿Quiere decir esto que no me gusten o que no las utilice? No, no me
malinterpretes, por favor… Tan solo es que no me gustaría ver que mi vida depende
de ellas. ¿Que un día me quedo sin datos en el móvil y, por ende, sin poder
conectarme a Google Maps? Pues, en ese caso, es un rollo patatero, pero no
pasa nada: bajo la ventanilla del coche y, ¡eh!, pregunto a la people;
sí, a esos pequeños y grandes seres que habitan el mundo y ya está, como a la
vieja usanza…
No tengo ni idea del porqué de este pensamiento, pero, por ahora,
siempre lo he tenido: quizás se deba a la influencia de mis padres o quizás
solo se deba a mi forma de ser y pensar (que soy una viejoven de
la vida, sí, pero así soy yo). Y ahí está una de las razones por las que me ha
costado tanto sentarme en mi cama y ponerme de cara al ordenador a redactar
estas mismas líneas. En el fondo, me muero de la vergüenza de reconocer mi
ignorancia con respecto a las nuevas tecnologías y sus numerosas herramientas.
De hecho, durante estos días, he estado dándole muchas vueltas a la cabeza a
las siguientes preguntas: ¿qué hago? ¿Pongo alguna herramienta, cuyo nombre me
suena y sé de su existencia, aunque no la utilice? Quien me lea va a pensar que
soy una tonta…
Hoy, empero, al fin he llegado a la conclusión de que prefiero
que me tomes por una tonta e ignorante de las nuevas tecnologías antes que mentir y mostrar a una persona que, en realidad, no soy yo. Esta es mi historia
a través de las nuevas tecnologías y esta soy yo, sin filtros de Instagram ni
florituras típicas de los estados de WhatsApp.
Sin ir más lejos, cuando, en
nuestra primera clase de la asignatura denominada «Investigación, innovación y
uso de las TIC en la enseñanza de lengua y literatura», el profesor José Rovira
Collado nos pidió que anotáramos en nuestros ordenadores diez términos que
tuvieran que ver con las herramientas TIC, TAC y TEP tendrías que haber visto
mi cara: literal que tuve que pensarlo detenidamente; al principio, no sabía qué
poner. Sin embargo, estoy totalmente segura de que, cuando publique mi última
entrada en el blog, esta mi historia será bien diferente y mi, hasta el momento,
reducida lista de aplicaciones tecnológicas se verá notablemente ampliada. ¿Qué
somos? (¡Wildcats!).
¡Qué no!¡Una alumna del Máster en Profesorado de Educación
Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de
Idiomas (a los que ponen los nombres de las titulaciones les sucede lo mismo
que a mí; si me conoces, ya sabes a lo que me refiero jajajajaja; no controlo
la extensión a la hora de escribir)! ¿Y a qué hemos venido? ¡A aprender!
Una de
las primeras cosas que he aprendido gracias a la mencionada asignatura es crear
un blog con Blogger, este blog ni más ni menos. Y es que, como ya saben
mis compañeras y amigas, #LasBloguerasProdigiosas, si hubiese tenido que
enfrentarme a la creación de este blog yo sola, habría tenido que recurrir a
uno de esos tutoriales de YouTube o a uno de esos artículos que te lo explican paso a
paso…
¿Quién me iba a decir a mí hace unos catorce años que YO acabaría teniendo
un blog? El primer recuerdo que tengo de la existencia de esta herramienta fue
precisamente hace catorce años, en el 2006, cuando, desde la emisión de su
primer capítulo, Yo soy Bea se convirtió en mi serie favorita. No había
nada que hiciera que me perdiera cada día sus capítulos. ¡Cómo disfrutaba
viéndola escribir y narrar su historia de amor con «el innombrable», su jefe
don Álvaro Aguilar, en el «Blog de una fea»! He aquí una de mis escenas favoritas
y mi mood cuando la veía con solo diez años.
«¡Queridos, feonautas!»:
Solo un año más tarde, empezaría a tener ganas de utilizar más a menudo un
ordenador, por supuesto, con un buen acceso a Internet. Yo, enamorada
empedernida de este tipo de historias, no tenía suficiente con la versión
española para adultos (muchos aspectos de la serie, como las acciones de la
revista, la empresa fantasma del protagonista, etc., no las entendía del todo), por lo
que también, desde su primer episodio, me hice ultra, híper, mega fan de Patito
Feo, la historia más linda.
Claro, cuando Disney Channel se iba a anuncios
y aparecían en mi televisión nada más ni nada menos que la propia Patito, Antonella
y Matías para decirme A MÍ esto, yo tenía que ir corriendo a mi ordenador,
subir mis fotos y hacerme la best friend de Las Populares, «unidas,
jamás serán vencidas» (perdón por la calidad del vídeo, pero no lo he
encontrado mejor; indignada me hallo, ni que hicieran cincuenta años de la emisión de la serie, ¡que solo es mi infancia!).
Poco tiempo después comenzaría a darme
cuenta de que el ordenador dejaría de utilizarlo única y exclusivamente para el
ocio. Era oficial: me estaba haciendo mayor y, aunque nunca dejaré de sentirme
una niña pequeña cuando escucho sus canciones, busco las edades de sus protagonistas
en la más que famosa Wikipedia o me pongo sus capítulos para rememorar
viejos tiempos en YouTube, el mundo de Internet, gracias a quien sea, va
mucho más allá.
¿Cuánto puntos de mis calificaciones finales en trabajos académicos
y exposiciones orales se debería llevar Internet? Como mínimo, la mitad de todos ellos.
Y es que, ahí va una confesión más: en una inmensa mayoría de las ocasiones,
difícilmente entregaré un trabajo sin hacer uso de Internet.
Empecemos por el
principio de los trabajos: su portada. En el tercer curso del Grado en Español:
Lengua y Literaturas en la Universidad de Alicante, me cansé de confeccionar
siempre la misma portada para todos y cada uno de mis trabajos finales,
independientemente de cuál fuera la asignatura. Siempre he sido consciente de que no voy a
lograr un aprobado solo por una portada bonita, pero, como se tiende a afirmar
coloquialmente, cuanta más miel, más dulce, ¿no?
En el buscador de Google
Chrome, introduje los términos «editor online y gratis de portadas
originales» y, como uno de los primeros resultados, me apareció el programa Canva.
No puedo adorarlo más: aparte de ofrecerme un sinfín de plantillas, cada cual
más bonita (entre ellas, las portadas y contraportadas de mi TFG y mis TFM), me
ha ayudado enormemente con la imagen que abre esta entrada, a crear logotipos
para otros trabajos, realizar un currículum más visual, etc. Por favor, añadir
al carrito de mis favoritos.
Seguidamente, tenemos la propia elaboración del
trabajo en cuestión, la parte más trascendente de todas. Ahí una se la juega al
cien por cien, por lo que siempre he tenido bastante presente que debo utilizar
como fuente páginas que sean completamente fiables. Es aquí donde sí que podría
citar numerosas páginas web, bases de datos, bibliotecas, repositorios, etc.,
que también tendrían un espacio destacado sin duda alguna en mi carrito de favoritos:
Dialnet, Biblioteca Nacional de España (especial mención a su uso
para superar el trabajo final de la materia llamada «Historia del libro» del
Máster en Estudios Literarios con el profesor José Carlos Rovira Soler, un
trabajo dedicado a la biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega), Biblioteca
Digital Hispánica, Google Académico, JSTOR, Centro Virtual
Cervantes, SciELO, ProQuest y un largo etcétera.
Asimismo,
merece un punto aparte la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. En mi
corazón guardaré siempre una de las primeras clases que tuve en la Universidad:
entre los nervios por no conocer a ningún compañero y compañera de clase, llegó
el profesor Enrique Rubio Cremades y su clase de «Literatura española de la
Ilustración y del Romanticismo» la dedicó al completo a la explicación de esta
herramienta que tantísimas veces he utilizado y utilizo. ¡Cómo lo sabía él ya!
Y hablando de repositorios, cómo no, debo citar sí o sí el RUA. ¿Cuántas
veces habré accedido a su página web en busca de artículos de profesores y profesoras,
trabajos fin de grado de compañeros y compañeras para tomarlos como modelo, etc.? Por todo
ello, no puede hacerme más ilusión clicar en ella, buscar mi nombre y apellidos,
y encontrar publicados tanto mi TFG como mi TFM. Ahí están mis inicios, es
decir, el preámbulo de lo que ahora se está convirtiendo en un trabajo de
investigación más amplio: la tesis doctoral.
Dado que el objeto de estudio de
la tesis doctoral es y será el teatro del Siglo de Oro y, en concreto, la obra de Calderón
de la Barca titulada El alcalde de Zalamea (1636), se han convertido
igualmente en herramientas vitales para mí el Centro de Documentación
Teatral, el Centro Dramático Nacional, PROLOPE, la Biblioteca
Histórica Municipal, la Biblioteca Virtual de Polígrafos, la Revista
Digital de la Escena, El kiosko Teatral, la Revista Teatros, etc.
Por delante, tres, espero que sobre todo maravillosos, años de aventuras en el
ámbito de la investigación.
Tras recabar todo el contenido informativo
necesario, me pongo manos a la obra y nunca mejor escrito, puesto que llega el
momento de la redacción del trabajo. Es en este momento en concreto cuando me dispongo a
hacer alusión a la herramienta que más tiempo me acompaña en mi día a día (un
día sin emplearla es un día más que extraño en mi vida): Word. Me
pregunto ahora cuántos documentos Word habré abierto a lo largo de mi etapa como
estudiante. ¡La Virgen! Incontables...
Fue en segundo de bachillerato el curso en
el que comencé a darle una mayor utilización para realizar mis trabajos (los y
las docentes me lo agradecieron mucho, ya que parece ser que les costaba leer
mi letra, ¡qué exagerados, por favor! Aquí está incluido Juan Miguel Beneito Pérez,
que fue también mi profesor en ese curso, ¡menudo déjà vu este
cuatrimestre al volver a tener clase con él! Jajajajaja).
En el segundo curso del
Grado, no pude agradecer más la existencia de Word. Después de un año y
medio resistiéndome junto a mi compañera Nereida a tomar los apuntes a mano (te
juro que nosotras dos éramos las únicas de toda la clase que utilizábamos, cual
copistas de antaño, lápiz y papel), llegó la asignatura llamada «Literatura
hispanoamericana de la Ilustración al Modernismo» con la profesora
Remedios Mataix Azuar y, con ella, llegó mi rendición. Si deseaba conservar las
fuerzas en mis manos y reservar energías para el resto del día, debía dejar de
ser una romántica que deseaba tener todos sus apuntes copiados a mano y
utilizar el ordenador. Esta era yo hasta que descubrí la fantasía de tomar
apuntes a ordenador.
¡Qué maravilla! Por vez primera me daba tiempo a atender y
tomar apuntes, ¡eh!, al mismo tiempo… Mi vida dio una vuelta de ciento ochenta
grados, porque desde este momento jamás me he vuelto a dejar el ordenador en
casa para ir a clase.
Además de Word, conozco e incluso he empleado el programa
de Adobe InDesign, de lo cual me siento muy orgullosa. Pobre profesor
Víctor Manuel Sanchís Amat: lo que tuvo que sufrir con mis compañeras de Máster
(entre ellas, Raquel, Lidia y Nereida) y conmigo misma al explicarnos su
funcionamiento. Eso sí, el resultado valió más que la pena.
Con la redacción de
los trabajos académicos también sucede que, después de mucho escribir, sientes
tú misma que estás siendo repetitiva y deseas emplear un registro un poco más
formal/ culto. Y, en este sentido, las páginas web de Word Reference (gracias
a ella, descubrí que, en lugar de escribir tantas veces «por ejemplo», también podía
usar el vocablo «verbigracia»; ¡qué fiSna ella!), Fundéu BBVA, DRAE,
etc., son unas de mis grandes aliadas. ¿Cuántas veces le habré preguntado a la
Fundéu como se escribe X término? Una vez más, incontables…
Bueno, y se me
olvidaba… ¿Qué me dices de los famosos trabajos en equipo? Pues, que para todos
ellos también hago uso de las mismas herramientas, aunque añadiría, al igual
que todos y todas mis compañeras de clase, el Google Drive. La salvación
de nuestras vidas, la respuesta a la más que típica oración que, como mínimo,
un miembro del grupo te dirá: «Buf, yo no puedo quedar». ¿Qué no? Madre mía, te
digo yo a ti que sí… Con Drive, todo es más sencillo. ¡Qué de materiales
tendré ahí almacenados para que me aparezca este mensaje!
Cuando, por fin,
tengo el trabajo realizado y debo entregarlo a través de herramientas tan
conocidas como Gmail o UACloud (siempre en mi corazón por lo
mucho que me acompaña y por las muchas veces que me ha obligado a cambiarme de
contraseña; ¿quieres parar? Que no tengo tantas contraseñas), viene el momento
de su correspondiente exposición oral.
Inimaginable, a estas alturas ya de la
película para mí, enfrentarme a una exposición sin unas increíbles diapositivas
dirigidas a desviar la atención de mí (siempre he pensado que, además de servir
como soporte visual, pueden hacer que los y las compañeras de clase no estén
tan pendientes de mí y, así, reducir un poco los nervios).
Siempre me había
servido para la elaboración de estas diapositivas de PowerPoint, pero,
a partir de este Máster, he deseado cambiar un poco las plantillas que tantas
veces he utilizado por presentaciones un poco más interactivas.
Gracias a una
de las ponentes en el I Seminario «La Literatura hispanoamericana en el aula:
nuevas propuestas didácticas», celebrado también en la Universidad de Alicante,
conocí una de mis nuevas herramientas en el carrito de favoritos: Genially,
aunque tampoco me puedo dejar sin mencionar Prezi.
Es en estas
exposiciones orales donde, en varias ocasiones, me gusta servirme también de
vídeos que grabo y edito yo misma. Sí, sé lo que estás pensando. ¿Cómo puede
ser que alguien que se declaraba al inicio de esta entrada una ignorante en las nuevas tecnologías sea
capaz de editar un vídeo por sí sola?
Bueno, porque todo se puede aprender y
aquí debo dar las gracias a mi tío José David. Es un gran aficionado de editar
vídeos y, en una de mis exposiciones, le pedí ayuda para hacer algo «diferente».
A partir de ahí, comencé a editarlos yo solita, como los que he incluido en
esta entrada o como el tráiler/ vídeo de este blog realizado junto con mis compañeras. Para la edición de estos vídeos, he ido pasando por muchos programas: Powtoon,
PowerDirector, OpenShot Video Editor, Movavi Video Editor,
etc.
Y, en la actualidad, mis compañeros Neus, David, Alba y Elisa me han descubierto
la existencia de Kahoot!, una herramienta que empleamos para la
exposición de nuestro trabajo en la asignatura denominada «Diseño y adaptación
curricular». Asimismo, la he empleado en mis clases a lo largo de mi periodo en
prácticas en el instituto: pensaba que iba a ser súper innovadora y menuda decepción
cuando comprobé que todo el alumnado, independientemente del curso, la conocía…
Y me he dejado para el final las aplicaciones que sirven para usos varios, es
decir, tanto académico para aclarar fechas de entrega de trabajos finales o
cualquier otro asunto como social (hay que hablar de todo un poco en esta vida,
¿no?). Llega el turno de WhatsApp y mis audios de más de cinco minutos
que alguna que otra persona ha tenido que sufrir.
Como veis, no tengo fin, pero
esta entrada sí y es justo aquí. Me he dejado sin mencionar las redes sociales,
puesto que, salvo Facebook, porque una vez quise participar en un sorteo (Y ME
TOCÓ), y Twitter, que lo estoy explorando gracias a esta asignatura, no tengo....
Y
hasta aquí mi «pequeña» historia a través de las nuevas tecnologías que, ahora,
me encantan, porque, ya sabes, del odio al amor soy hay un clic. TIC, TAC, TEP…
¡BOOOM!
P.D.:
ojalá hayas podido leerme hasta el final (me haría muchísima ilusión, al igual
que leer tu opinión/ comentario al respecto).
Judit Martínez Climent.
¡Qué guay que utilices InDesign! Yo siempre he querido aprender, pero aún no me he animado...
ResponderEliminar¡Hola, Alejandro! Madre mía, no me odies, por favor, por responder tres días más tarde... Me estoy poniendo al día con esto y no me había dado cuenta de tu comentario. Jo, GRAAAAACIAAAAAS por ser el primero en escribirme un comentario y, sobre todo, por haber pasado el reto de leerme. Te lo agradezco un montón y me hace una ilusión enorme.
EliminarPues, sí, me suena muy raro, porque nunca pensé que pudiera decirlo, pero utilicé y utilizo (por ejemplo, para uno de los trabajos de la asignatura de "Formación del Lector Literario") Adobe InDesign... ¡Qué fuerte! ¡Muy fuerte! Yo, por supuesto, te animo a que aprendas a utilizarlo: en un principio, parece súper difícil y todo en tu mente es un lío, pero, al final, te das cuenta de que solo exagerabas y vale la pena. Si alguna vez das el primer paso (ojalá que sí), cualquier cosa en la que te pueda ayudar, aquí estoy.
Me he sentido un poco identificada. Yo también estoy un poco bastante pez en esto de las tecnologías. Gracias por compartir tu experiencia, tomaré nota 😉
ResponderEliminar¿Qué dices? Entonces... ¿No soy la única? Pues, mira, no es por nada, pero, como se tiende a declarar coloquialmente, "mal de muchos, consuelo de tontos"... Y, claro, como tal, me consuela saber que no soy la única perdida en esto de las nuevas tecnologías, pero, no te preocupes, de todo se puede aprender y yo estoy segura de que, gracias a esta asignatura de "Investigación, Innovación y Uso de las TIC en la Enseñanza de Lengua y Literatura", voy a aprender un montón de cosas que, sin duda alguna, compartiré en este blog, por lo que espero seguir "viéndonos" por aquí.
EliminarMe encanta cómo describes tu infancia a la vez que hilas con tus planes de futuro. Un bello relato
ResponderEliminarMadre mía, no te puedes ni imaginar la sonrisa de tonta, pero en plan súper positiva, que se me acaba de poner al leer tu comentario. Y es que, me pone muy, pero que muy contenta descubrir que no he escrito para la "nada" y que, por tanto, alguien me ha leído. Ese alguien eres tú junto con Alejandro y Paqui (que también me han dejado sus comentarios). Y, por si fuera poco, me dices que te ha gustado. Esto es lo más y espero poder seguir recibiendo tus opiniones, porque todo cuenta.
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