ATENCIÓN: SOLO LEER SI ERES JUDIT MARTÍNEZ CLIMENT Y SI EN EL CALENDARIO PONE QUE ES EL AÑO 2030... ¿AGUANTARÁS LA TENTACIÓN?
¡BUENAS, PERSONA PRODIGIOSA! ¿QUÉ TAL ESTÁS? VENGA, SÉ
SINCERA... ¿CUÁNTO TIEMPO HACE QUE NO TE PASEAS POR EL QUE FUE EL PRIMER BLOG
DE TU VIDA? ¿CUÁNTO TIEMPO LLEVAS ESPERANDO PARA PODER LEER ESTA ENTRADA QUE
ESCRIBISTE CUANDO ERAS UNA JOVENZUELA? PUES, CHICA, LA ESPERA HA LLEGADO A SU
FIN. HOY, COMO EN UN BUEN DÍA DE NAVIDAD, TE DIGO: «VUELVE A CASA VUELVE,
VUELVE A TU BLOG. QUE HOY YA ES 2030 Y TIENES PERMISO PARA ENTRAR» ♬♪
CUIDADO:
No sé cómo explicártelo exactamente, pero, en los últimos meses, te has dado cuenta de que cada vez es mayor en ti el conocido miedo a la página en blanco.
En ese preciso punto es en el que te hallas en este momento, amiga, así que a saber lo que puede salir de aquí…
Supongo que, por
muchos años que transcurran y por mucho que la sociedad avance a lo largo de
los mismos, a todas aquellas personas a las que les gusta hablar de los y las
demás y controlar la vida de todo el mundo o que simplemente es cotilla por
naturaleza lo continuará siendo y, Judit, tendrás que lidiar con esa gente,
pero siempre con una sonrisa, ya que, como un buen día dijo Isabel Pantoja
(¡oh! Hace tanto ya de ese momento televisivo), «dientes, dientes, que es lo
que les [fastidia] (sí, ojalá, cuando me leas, sigas sin decir palabrotas)».
¿Quién te iba a decir a ti a tus diez años de edad que, en el 2020, a tus veintitrés años, participarías en una de ellas?
Tu nostalgia al recordar dicho
episodio fue tan grande que estuviste literalmente cuatro días buscándolo en
Internet, pero no lo encontrabas en su versión castellana. Ahora bien, como
eres tan cabezona, no te rendiste y acabaste encontrándolo.
CUIDADO:
La presente entrada del blog es totalmente distinta a todas las
que su autora, o sea, yo he publicado en el mismo. Dicha entrada es bastante
especial, puesto que, a diferencia de las restantes, se encuentra redactada por
mí, Judit, y está dedicada al completo también a mí, Judit. Soy plenamente
consciente de que todo esto puede parecer que sea propio de una persona egoísta
o algo por el estilo, pero te juro que en absoluto es esa mi intención.
Explicado en otras palabras, la entrada que hoy, lunes 8 de junio del año
2020, publico tiene como principal finalidad que sea leída por mí dentro de
diez años, por lo que, por vez primera, no le pediré a nadie más que a mí, pero
dentro de esos diez años, que me lea. ¡Qué extraño todo! Igualmente, creo que puedo
declarar que, en todas mis entradas, he intentado ser lo más personal posible,
pero esta es, sin duda alguna, en la que voy a ser más yo que nunca, así que, nada,
Judit, a continuación, te encontrarás a ti misma en tu máximo esplendor hace
diez años. ¿Estás preparada?
Pues, siéntate y... ¿Disfruta?
MA-DRE MÍ-A, no me lo puedo creer… Esto es demasiado fuerte
para mí, de verdad.
Y es que, una vez más a lo largo de mi formación académica, me ha llevado varios
días atreverme a quedarme en mi cama (sí, acuérdate, Judit; desde que comenzaste el
Máster en Estudios Literarios, no solo abandonaste el ordenador de mesa para
llevar a cabo los distintos trabajos de cada asignatura, sino que también te
acostumbraste a sentarte junto a la almohada con la espalda apoyada en la
pared, aquella que, a partir del año 2019, se convirtió en tu respaldo
favorito), coger mi ordenador portátil, situarlo sobre mis piernas, abrir un
nuevo documento en Word y comenzar a teclear las primeras
palabras de esta nueva entrada del blog.
No sé cómo explicártelo exactamente, pero, en los últimos meses, te has dado cuenta de que cada vez es mayor en ti el conocido miedo a la página en blanco.
Esto, durante el Grado, no te sucedía o, al menos, no
recuerdas que fuera de manera tan acusada: ahora te resulta
verdaderamente complejo iniciar cualquier actividad, por mínima que
quizás parezca, puesto que no pares de darle vueltas en tu mente a qué puedes redactar en
dicha actividad, qué enfoque le vas a dar a la misma, qué puedes añadir o realizar
para que sea especial o distinta a las anteriores que ya has confeccionado e
incluso entregado al profesor o profesora correspondiente, y un largo etcétera.
Es un desastre y solo espero, si te soy completamente sincera, que hayas podido superarlo cuando sea que me estés leyendo.
Es un desastre y solo espero, si te soy completamente sincera, que hayas podido superarlo cuando sea que me estés leyendo.
Es una sensación horrible, porque paulatinamente te
percatas de que, al final, la persona que más barreras o, lo que es lo mismo,
obstáculos te está poniendo eres tú misma: Judit, te exiges más de lo que, a lo mejor, se te pide o
incluso se espera de ti (a ver, no tengo ni idea de si esta afirmación será o
no cierta, pero tendré que consolarte de alguna manera, ¿vale?) y ya sabes cuál
es el tópico latino que, en las últimas semanas, no dejas de repetir a todas
las personas con las que hablas: tempus fugit.
El tiempo va transcurriendo hasta que llegas al punto
de que tienes que realizar el trabajo en cuestión sí o sí y, claro, te pones a teclear con
más inseguridades que nunca, sin haber logrado una idea clara y rezando a quien
sea necesario para que lo que estás haciendo sea válido y guste a tu futuro
lector o lectora, aunque sea un poco.
En ese preciso punto es en el que te hallas en este momento, amiga, así que a saber lo que puede salir de aquí…
Tú, no te asustes; solo disfruta, ríete
contigo y de ti misma (tus locuras y tu modo de redactar) y deja que, si lo sientes, aflore alguna
lagrimita en tus ojos al recordar que hace diez años que escribiste esto, y al invadir tu
cuerpo y, sobre todo, tu interior una más que inmensa nostalgia.
Chica, piensa un momento…
¡Hace diez años de todo esto!
MA-DRE MÍ-A, otra vez…
Por aquel entonces, estabas cursando el Máster en Profesorado de Educación Secundaria
Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas,
estabas entrando en el nivel de máximo agobio al comprobar que (anda, ¡qué
casualidad!) nuevamente el tempus fugit y cada vez disponías
de menos horas para concluir y entregar todos tus trabajos (cuando entraste en
el mundo de la Universidad, odiabas los meses de mayo y junio con todas tus
fuerzas), estabas CONFINADA (vamos, lo que significa, literalmente, estar encerrada en tu casa
debido a una pandemia que ha paralizado al mundo entero y que nos ha hecho
atravesar una de las peores situaciones de nuestra vida) y, lo más
importante, solo (repito, SOLO) tenías veintitrés años.
Tía, ¡que eras veinteañera!
Venga, te dejo unos segundos para que llores lo más grande al
recordar la increíble sensación que era que todos y todas tus familiares, así
como conocidos y conocidas te dedicaran oraciones del tipo «ay, estás en la
flor de la vida», «¡qué joven eres, por favor!», «quién pillara tu edad para
empezar de nuevo», «tienes toda la vida por delante: aprovéchalo, disfruta,
equivócate, aprende, haz lo que quieras, que para eso eres joven», etc.
Ahora todo eso ha cambiado.
Ahora eres una treintañera (repito: una TREINTAÑERA; así no vamos nada bien; ¿qué
te ha pasado? Con lo que tú eras…).
Ahora las oraciones que la gente te dice una y otra vez por la calle (porque el
lado positivo de que el tempus fugit constantemente es que ya puedes
salir a la calle, a diferencia del momento en el que escribiste esta entrada de
tu blog, porque esa es otra… ¿Qué clase de fantasía era esa de que tenías un
blog junto a tus compañeras de clase llamado, ellas siempre humildes, Las
Blogueras Prodigiosas y una vez conseguiste hasta más de doscientas cincuenta
visitas con tu trabajo sobre Miki Núñez? Oye, espero que lo siguieras empleando
una vez que acabara el curso, porque, si no, te voy a dar…) son bien distintas.
Ahora no paras de escuchar lo siguiente: «anda, no te había conocido… Por favor,
tú, cuando me veas, salúdame, porque estás tan mayor ya que no sé ni quién
eres», «bueno, ¿y dónde estás trabajando?», «¿estás soltera? Luego a luego te
veo comprando unos cuantos gatos… ¿Lo pillas?», «¡ah! ¿Tienes pareja? Vaya… Y,
¿cuándo le vas a dar un nieto o una nieta a tus padres? Que con treinta y tres
años estás en el mejor momento… Chica, no seas tonta, que es lo más bonito del
mundo mundial»…
Año
2020, vuelve, por favor, vuelve.
¡Ah!
¡Para ya!
Ya, lo entiendo y soy plenamente consciente de que eso es
imposible, pero...
¿Sabes qué?
Tampoco pasa nada.
No obstante, vayamos a lo más relevante, al auténtico motivo
por el que hoy, nada más comenzado el año 2030, has accedido a esta entrada del
blog.
Diez años atrás, el profesor José Rovira Collado estableció como una de las
prácticas de su asignatura llevar a cabo una cápsula del tiempo y tú no te lo podías
creer.
¿Quién te iba a decir a ti a tus diez años de edad que, en el 2020, a tus veintitrés años, participarías en una de ellas?
Fue sencillamente increíble y, en el preciso instante en el
que el citado profesor os lo comunicó tanto a ti como a tus compañeros y
compañeras de clase a través de su clase virtual con la aplicación de Google
Meet, sentiste una enorme melancolía.
Y es que, como bien dijo tu compañera Paloma en la propia clase, «Judit,
eso de la cápsula del tiempo salía en un capítulo de la serie de Zoey
101».
Jo, sí que te dejaste conocer en ese Máster: en efecto, según
tus recuerdos, la primera ocasión en la que oíste hablar de la existencia de una cápsula
del tiempo fue viendo en Antena 3 el referido segundo episodio de la segunda temporada de
la que fue, es y será una de tus series favoritas, Zoey 101.
Por aquel entonces, pensabas que jamás tendrías la oportunidad de realizar
algo tan semejante, tan divertido y tan guay como aquello.
Por aquel entonces, pensabas que crear y enterrar una cápsula del
tiempo era algo que solo sucedía y se realizaba en la televisión; en
definitiva, para ti, era algo que estaba completamente fuera de tu alcance,
ciencia ficción.
¿Te lo viste
entero?
Así es.
¿Te lo descargaste?
Así es.
¿Seleccionaste los fragmentos más
destacados del episodio y los publicaste en un solo vídeo en tu canal de
YouTube para que puedas disfrutar volviéndolos a ver y recordándolos ahora,
diez años después?
Así es también y aquí lo tienes, todo para ti:
Sin embargo, como se tiende a declarar coloquialmente todavía en el inicio
de una nueva década, la realidad siempre supera a la ficción y, por eso, el
pasado lunes, día 8 de junio de 2020, cogiste un papel y un portaminas rojo
pasión (¡qué antigua tú!) para escribirte a ti misma un aviso que colgaste en
la estantería de tu antigua habitación y en la que ponía lo siguiente: «¿Ha
llegado ya el 2030? Entonces, felicidades, porque lo primero que tienes que hacer
hoy es acceder a tu entrada de Las Blogueras Prodigiosas, lo que significa…
¡Desenterrar [del blog] y abrir la entrada correspondiente a tu cápsula del tiempo!».
Cuando te enfrentaste a redactar estas mismas palabras, te
resultó verdaderamente difícil decantarte por qué hacer, descubrir qué te
gustaría encontrar aquí siendo diez años más vieja.
Y es que la indicación por parte del profesor de que esta entrada fuera
literaria y se centrara en destacar cómo pensarías que sería la educación en un
futuro te condujo a mil y una dudas. No eras una Esperanza Gracia ni un Sandro
Rey como para tener la capacidad de adivinar el futuro (ya ves tú; si por no
saber, ni siquiera sabías leer las huellas de las manos)…
¿Qué podías hacer con tu vida?
Fue entonces cuando comenzaste a recordar todas las
ocasiones en las que habías visto una cápsula del tiempo: la citada Zoey 101, las películas tituladas Señales del futuro y A
todos los chicos de los que me enamoré 2. P.D.: Todavía te quiero, etc. Ahora bien, lo cierto es que, finalmente, fueron nada más ni nada menos que Shinnosuke Nohara y, más en concreto, su amiga Nene quienes, en
uno de los capítulos de Shin-chan, otra de tus
series preferidas, te facilitaron la solución a tu enorme problema:
Pues, sí…
Gracias a este mismo fragmento del episodio que has
seleccionado y editado tú misma, se te encendió la bombilla.
Por fin tenías una
idea y solo te faltaba desarrollarla: como tiende a ser costumbre en ti,
durante los siguientes días, no paraste de darle vueltas a la mente a cómo sería
la carta que te gustaría leer dentro de diez años.
Ninguno de tus pensamientos
logró convencerte demasiado hasta que lograste llegar a la conclusión de que lo
más recomendable sería que, como dice Pablo Alborán en su más que conocida
canción, fueras «tú, y tú, y tú, y solamente túúúúú… Uuuuuhhhhh…».
Por todo ello,
si sientes curiosidad por recordar cómo concebías en tu cabeza hace diez años
que podría ser, ya no el mundo, sino tu propia vida en el año 2030, esta es la
carta que tienes que leer sí o sí.
Te la dejo más abajo en formato PDF, puesto
que deseaste escribirla de tal forma que se asemejara lo máximo posible a una
carta en papel.
En ella, tan solo aparece una de las múltiples posibilidades
que, a ver, no te importaría vivir en absoluto en un futuro, porque, como
descubrirás a continuación, la Judit del pasado era bastante soñadora. Solo así
pudo unir en una sola carta todo su mundo, en el que, por supuesto, tiene
cabida la educación, con referencias a Hay una cosa que te quiero decir,
Los Serrano, Raven, los Jonas Brothers, Marc Márquez, etc.
Ojalá la
Judit que me está leyendo lo continúe siendo.
Y, después de esta carta que posiblemente constituye uno de los
medios de comunicación más tradicionales, no podías dejar la que es tu última
entrada (en número; no en publicación) en este blog huérfana del material que acompañó y protagonizó buena parte de tu experiencia en esta asignatura. Por
supuesto, te estás refiriendo a los vídeos.
¿Cómo no ibas a grabar y editar un último vídeo en el que
aparecieras tú misma enviándote un mensaje a tu yo del futuro (como en el
anuncio del Banco Mediolanum)?
Creo que ya ha quedado todo dicho,
MILLONES DE GRACIAS, Judit, por todo,
Un saludo,
Judit Martínez Climent.
Judit Martínez Climent.
Comentarios
Publicar un comentario