Te paras un instante y ves cómo
hablan, parecen animados. Me recuerdan al grupo aquel que a principios de un
abril paseaba por el lago y debatía sobre la multipolaridad –o no- del
liderazgo mundial. Hacía sol aquel día y hacía frío, aunque la primavera
danesa, tímidamente, empezaba a dejarse sentir. Era parte de la clase, como lo
es el debate que mantienen en pequeños grupos, en medio de otro parque, tan
distinto de aquel que recuerdas ahora con cariño y un estremecimiento. Hacía
sol y hacía frío cuando te diste cuenta allí de que la educación, lo que habías
buscado desde siempre, era eso. Vivir. Aprender. Aprender a vivir, vivir para
aprender.
Hace ya más de diez años de aquello
y perdura todavía la sensación de haber encontrado un tesoro, un rumbo, una
familia en aquel aula que compartías con personas de todo el mundo, en la que
se escuchaban acentos y lenguas de todo el globo. ¿Quién te iba a decir que sí,
que aquello no era solo una utopía escandinava, sino que tú formarías parte de
esa revolución educativa que tomaría las calles, los bosques, las vidas… para
defender que la educación es lo más preciado que tenemos porque supone la llave
de la libertad, de la transformación social, del desarrollo y del entendimiento entre las personas?
Fue en aquel lago danés cuando
decidiste que lo que estabas viviendo, esa felicidad absoluta por aprender y
emocionarse aprendiendo, no tendría sentido si no lo compartías. Poco a poco
fue calando y mira, ahora eres profesora. Además tuviste tanta suerte… todo
empezó a cambiar, lento pero seguro, justo cuando estabas con el máster de
Profesorado. Hicieron falta sustos, sufrimiento y crisis como la que vivisteis
entonces, la de la Covid-19, para que la transformación comenzara… hasta llegar
a hoy, cuando las pedagogías activas y la integración de la tecnología es tan
real que ya no las percibimos porque la educación es parte de la vida “en la
calle” y viceversa. Renunciamos a privilegios etnocentristas, como occidentales
nos vimos forzados a cambiar, pero ganamos la aplicación efectiva de los
derechos humanos globales y, tras perder por el camino a muchas personas,
culturas, biodiversidad… logramos justicia social y ambiental.
Hoy las lenguas se aprenden
integradas con el resto de materias, que ya no son compartimentos estancos. Las
ratios no superan las 20 personas por grupo. Además ahora trabajamos en equipo,
siempre. Somos tres docentes los que guiamos este proyecto con un grupo de 12
estudiantes. Así sí se puede. Piensa, das clase al aire libre, en la calle, en
el parque, en el bosque… y los centros educativos ya no parecen centros
penitenciarios. Son edificaciones que utilizamos como punto de reunión, para
asistir a conferencias y para crear comunidad, pero pertenecen al barrio, al
municipio, al grupo de personas que quiera organizar una actividad cultural o
impulsar un huerto urbano. Se han convertido en centros de cultura y de
aprendizaje también, sí, porque no se ha perdido la rigurosidad… aunque se ha
recuperado la conexión entre la utilidad de lo se estudia y lo que empleamos en
la vida diaria. Están abiertos a la comunidad, son multiculturales,
intergeneracionales, integradores, sostenibles... ¿Te acuerdas de hace una
década cuando parecía que la única forma de acceder a una educación así era
pagar unas tasas desorbitadas?
¡Esto es la educación pública!
Qué suerte has tenido. La educación telemática juega un rol crucial, sí, pero
menos mal que aprendimos a utilizarla a nuestro favor, a crear metodologías
integradas… porque la educación, online o presencial, necesita de la interacción
humana. Utilizamos la tecnología para facilitar el aprendizaje y su aplicación en
las relaciones personales, pero ya no nos esclaviza. Es una herramienta que
cada vez controlamos mejor, a pesar de que evoluciona de forma incesante. La
vida digital es una esfera más de la vida real, no una realidad paralela. No
todo es perfecto, es cierto, aún hay desigualdad, discriminación, incluso conflicto…
pero las crisis nos enseñaron que lo único que tenemos es este planeta y
nuestras relaciones comunitarias, que las personas del mundo estamos juntas en
esto, para bien y para mal.
La consciencia que a la fuerza
tomamos entonces -¡una década ha pasado desde lo del Corona!- nos ha traído a
esta realidad. Sabemos que es necesario estar alerta para no dar pasos atrás en
la defensa de los derechos de una sociedad que es más líquida que nunca, con
las ventajas y los inconvenientes que esto supone. Sin embargo, logramos
cambiar hábitos de consumo y producción para proteger el medio ambiente,
conseguimos blindar un pacto por la educación y la sanidad públicas y el de los
derechos de la infancia. Estamos, al fin, muy cerca de alcanzar la pobreza cero
y de erradicar la discriminación por cuestiones de género, identidad sexual e
imagen. ¡Las leyes de migración ahora hasta protegen a quien migra! Se
recuerdan con respeto las personas fallecidas en CIE o en medio del mar, a las
que sufrieron abusos, revictimización...
¡Cómo ha cambiado todo y sigue cambiando! Qué suerte tuviste cuando
decidiste en aquel lago danés que lo que querías era contacto, compartir,
trabajar con personas distintas a ti, con otras circunstancias, de otra edad y
con otros bagajes… para enseñar, pero sobre todo para aprender.
−Profe, una pregunta…
−Las que quieras.
P. D. Ninguna sustancia
alucinógena ha sido consumida para llevar a cabo la escritura de esta entrada,
porque soñar, a día de hoy, miércoles 3 de junio de 2020, sigue siendo gratis y
legal.

¡Hola Neus!
ResponderEliminarMi felicitación por tu entrada.
El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños - Eleanor Roosevelt
No dejes de soñar, un besazo virtual 🤗